Revolución neolítica
La agricultura fue, probablemente, una necesidad impuesta por los nuevos condicionamientos poblacionales y medioambientales. Es asumible la existencia de una escasez de la caza, pesca y recolección, a causa de un aumento de población tras la última glaciación, y que forzó a los cazadores-recolectores a buscar espacios permanentes y estables, sólo así se comprende que una vida tan fácil como es la de recoger los frutos que la naturaleza produce de forma natural, fuese abandonada progresivamente por otra forma de vida mucho más dura como es la del agricultor, donde se requiere un considerable esfuerzo para la preparación de la tierra, siembra, control de las malas hierbas y recolección de las cosechas.
Hace unos 7.000 años a.C., los cazadores-recolectores ya conocían de sobra cómo funcionaban los ciclos de la vida de los vegetales y animales, no en vano llevaban alimentándose de ellos desde hacía miles de años, así que no les sería difícil adaptarse a las nuevos tiempos.
La evolución de la agricultura no se produjo de forma inmediata, sino que fue un proceso gradual a partir de las actividades de recolección, caza y pesca, las cuales todavía hoy en día son practicadas por algunos pueblos primitivos, y se ha ido estableciendo muy probablemente a partir de la domesticación de animales.
Existen evidencias de que las explotaciones se realizaban de forma mixta, combinando cultivo y cría de animales. La domesticación cumplía dos funciones básicas: garantizar el suministro de carne sin depender de la caza, y la utilización de los animales como fuerza de tiro.
Se sabe por hallazgos arqueológicos que el perro fue el primer animal doméstico hace 8.000 años, y con posterioridad lo fueron la oveja, el buey y el cerdo. Se produjo así una "revolución neolítica", al descubrirse la agricultura y la domesticación de animales como un perfecto combinado para sobrevivir dentro de las nuevas formas de vida sedentarias.
Las nuevas actividades económicas basadas en la agricultura, exigieron de los incipientes agricultores su permanencia en un lugar fijo para cuidar de los cultivos.
Por yacimientos arqueológicos se sabe que los primeros poblados neolíticos se establecieron en el Próximo Oriente hace unos 8.000 años. Se trataba de pequeños grupos de casas adosadas de dimensiones muy parecidas entre sí, construidas por lo general con piedra, madera y paja mezcladas con barro cocido; no disponían de calles y casi siempre estaban rodeados por una zanja o empalizada para protegerse de posibles agresiones externas. En el Neolítico se formaron importantes poblaciones, como Jericó, que alcanzó las 2.000 personas.
En esta época pudo propiciarse la aparición de un incipiente comercio mediante el trueque e intercambio, basado en la existencia de excedentes alimenticios. Así, los granos de cereales que sobraban de las cosechas se intercambiaban por otros de los que se carecía, ejemplo de la sal, que fue uno de los primeros productos que entraron a formar parte del comercio.
Nuevas creencias religiosas
En las nuevas sociedades sedentarias basadas en la agricultura, nacieron nuevas formas de religiosidad influidas por los diferentes fenómenos que observaban en el curso de sus actividades. Así, relacionaban como hechos atribuibles a algún tipo de divinidad determinados fenómenos naturales, como la pérdida de cosechas ante una climatología adversa, falta de fertilidad de la tierra, cosechas malas o escasas, etc. Este hecho queda patente en variadas pinturas y grabados, donde se representan a hechiceros durante sus ritos o ceremonias religiosas.
Neolítico es un periodo de la Prehistoria que se inicia con la aparición de la agricultura y los primeros asentamientos en forma de aldea. Se extiende entre los años 8.000 y 3.000 antes de Cristo. Su nombre proviene de los términos griegos neo: nuevo y litos: piedra; es decir, la Nueva Edad de Piedra.
Se suele llamar a este periodo como el de la Revolución Neolítica o Revolución Agrícola, pues en él aparecen las primeras manifestaciones de actividad agrícola.
Esta transformación económica se desarrolló por la influencia del cambio climático que obligó a las poblaciones de bandas de pastores a dejar las montañas y bajar a las tierras de los valles en busca de las cada vez más escasas presas de caza; de hecho, deben abandonar las habitaciones que habían erigido en las orillas de los cursos de agua.
La necesidad de encontrar una actividad de subsistencia llevó a los hombres del Neolítico a la recolección y almacenamiento de cereales, que pronto iban a ser sembrados y cosechados. Paralelamente, el hombre logró domesticar a algunos animales pequeños como el perro.
El primer lugar donde apareció la agricultura fue en el Cercano Oriente (en la actual Turquía asiática) y los vestigios datan del año 8.000 antes de Cristo. También se han encontrado restos de actividad agrícola en el Valle del Indo que han sido fechados hacia el 7800 antes de Cristo. Sin embargo, se estima que recién en el año 3500 antes de Cristo algunas poblaciones lograron desarrollar la agricultura; el resto se mantuvo con sus hábitos de caza y recolección.
La adopción de la agricultura significó para sus usuarios la posibilidad de desarrollar civilizaciones más avanzadas que las de sus contemporáneos, debido a los cambios culturales que produjo. El más importante es el paso de grupos nómadas a poblaciones sedentarias, motivado por la necesidad de desarrollar la agricultura y la ganadería, y de establecer un lugar fijo de alimentación y residencia.
Consecuentemente, la sedentarización originó el desarrollo urbano y las ciudades; aunque es cierto que muchos grupos humanos que se dedicaban a la pesca en las regiones costeras vivían en especies de aldeas, no contaban con una organización funcional a la actividad económica y no habían logrado desarrollar ciudades.
Por otro lado, la adopción de la agricultura generó, por primera vez en la Historia del hombre, la posibilidad de contar con excedentes alimenticios y se produjo un fenómeno de crecimiento demográfico; es decir, la población tuvo un aumento sostenido en el tiempo.
La Revolución Agrícola ocurrida durante el Neolítico trajo una serie de consecuencias tanto sociales como culturales a los insipientes asentamientos humanos.
Estos asentamientos donde se desarrolló esta revolución se encuentran distribuidos principalmente en el Próximo Oriente, la costa este del Mediterráneo y el norte de África. Ésta distribución geográfica es llamada Fértil Medialuna.
En estas regiones, se ubicaron las primeras grandes civilizaciones de Occidente. Estas estaban distribuidas alrededor de los grandes ríos que proporcionaban el agua y los nutrientes suficientes para tener una gran producción de alimentos. Estos grandes ríos son el Tigris y Eufrates en Mesopotamia; y el río Nilo en Egipto.
La abundancia de alimentos, aseguró un gran crecimiento demográfico, lo que hizo crecer las aldeas que se transformaron en ciudades. Conjuntamente con la revolución técnica, la revolución agrícola condujo a una división y especialización del trabajo. Sólo bastaba que un sector de la población se dedicara a las faenas agrícolas para sustentar a la ciudad. Así, el resto comenzó a dedicarse a otros trabajos, actividades y productos. Se desarrollaron la artesanía, el arte, el comercio, la construcción y la administración.
De igual forma, la organización de la ciudad se hizo más compleja, llevando a la creación de instituciones, como el Estado y la Religión, las cuales ejercían el poder, establecían la administración, y dirigían los destinos del cuerpo social. Es decir que la sociedad alcanzó un alto grado de complejidad, en cuanto su organización y modo de vida.
El desarrollo urbano y la explosión demográfica provocaron la diferenciación social basada en la especialización de las labores económicas; a partir de este momento, los hombres y mujeres se dividieron según su función en la organización de la aldea. Las habilidades y capacidades técnicas dieron pie a la aparición de los agricultores, los ganaderos, los artesanos, los guerreros, etc.
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